Se denomina Intifada Al-Aqsa, o Segunda Intifada, a la oleada de violencia que se inició a partir del 29 de septiembre de 2000 en los territorios palestinos e Israel.
En septiembre de 2000, en pleno debate sobre el futuro de Jerusalén durante la cumbre de Camp David, el entonces líder de la oposición israelí, Ariel Sharón, visitó la zona exterior del recinto de la Cúpula de la Roca y la mezquita de Al-Aqsa, con el permiso del jefe de la seguridad israelí en Cisjordania. Esta visita, interpretada como una gravísima provocación por parte de la población palestina, provocó algunos incidentes y choques entre éstos y las fuerzas de seguridad, aunque ninguno de ellos de gravedad.
No obstante, al día siguiente, durante la plegaria del viernes y con
la tensión entre ambas poblaciones en aumento, cientos de jóvenes
musulmanes apedrearon desde la Explanada de las Mezquitas a los fieles
judíos congregados ante el Muro.
La policía israelí disparó usando fuego real, matando a siete
palestinos, extendiéndose los incidentes por toda la parte árabe de
Jerusalén. Se ha venido sosteniendo que la Segunda Intifada se inició a
raíz de estos hechos, aunque una comisión internacional realizada al
efecto, la llamada Comisión Mitchell,
descartó esta posibilidad, asegurando que la violencia palestina
hubiese estallado de cualquier forma como producto de la negativa de Yasir Arafat de aceptar las propuestas israelíes de Camp David. En concreto, Bill Clinton y Ehud Barak,
entonces primer ministro de Israel, propusieron una serie de
concesiones que no fueron aceptadas por el "rais" palestino, al no
contemplarse el derecho de retorno de los refugiados palestinos, derecho reconocido por la ONU en 1948 y principal motivo del nacimiento de la OLP.
La negativa de Arafat provocó la reacción de la población palestina de
los territorios ocupados en respuesta a la propuesta de ambos
presidentes.1
Como respuesta a este ataque, y al cada vez más deteriorado y
empantanado proceso de paz, Israel ocupó de nuevo algunos de los
territorios que había liberado durante horas o semanas. En esta
intifada, se comenzó a generalizar el uso de las bombas suicidas. Los
blancos de estos ataques suicidas fueron lugares frecuentados por los
civiles israelíes como centros comerciales, restaurantes y las redes de
transporte público.
En respuesta a los ataques suicidas de las organizaciones armadas
palestinas, las autoridades israelíes pusieron en práctica los
asesinatos extrajudiciales contra dirigentes palestinos vinculados a
actividades terroristas, familiares de los mismos y civiles próximos.
Estas muertes son conocidas por los israelíes como asesinatos
selectivos, un eufemismo popularizado por algunos medios de
comunicación, y que, en opinión de sus críticos, constituyen una
violación de la Convención de Ginebra,
que señala en su punto 1d que este tipo de crímenes "están y se
mantendrán prohibidos en cualquier tiempo y lugar las ejecuciones, sin
previo juicio de una corte oficialmente constituida y asumiendo todas
las garantías judiciales reconocidas como indispensables en los países
civilizados". Este artículo se aplica a toda persona que "no tome parte
activa en las hostilidades, incluyendo miembros de fuerzas armadas que
hayan abandonado sus armas" y aquellas personas "fuera de combate por
enfermedad, heridas, detención o cualquier otra causa". Sin embargo,
Israel arguye que los objetivos seleccionados y abatidos son parte
activa en las hostilidades, ya que son los planificadores o instigadores
de actividades terroristas dentro del territorio israelí. Cabe señalar
que este tipo de asesinato extrajudicial ha provocado bajas civiles que
nada tenían que ver con la lucha armada, y que por ello ha habido
decenas de objetores de conciencia en el ejército israelí.
En 2006, la situación es ambivalente: por un lado se ha completado el Plan de retirada unilateral israelí de la Franja de Gaza,
lo cual, lejos de calmar la situación, ha agravado los ataques
terroristas desde la Franja de Gaza con cohetes Qassam contra las
poblaciones fronterizas israelíes como Sederot. Por otro lado, Israel
mantiene el control fronterizo, lo que dificulta los viajes al exterior
de los palestinos, y vigila de forma estricta el movimiento entre las
ciudades palestinas (hay desplegados más de 90 puntos de control en las
carreteras). Los palestinos no residentes en Jerusalén tampoco pueden
ingresar en la ciudad. Por su parte, Israel no sólo mantiene, sino que
amplía constantemente los asentamientos de colonos israelíes en
Cisjordania, lo cual sigue siendo fuente de conflictos.
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